Sus piernas eran rutas
conocidas,
sus labios de dominio
nacional,
su baile provocaba
ganas enfermizas
de arrojarla a la cama
en un acto pasional.
Era madre, era
hermana, era hija,
era una mujer
excepcional.
Las drogas no habían
entrado en su vida
ni el alcohol la
acompañaba en el dolor.
Yo la vi una vez, en
sabanas blancas,
en su rostro había un
rayo de paz,
la luz se había
escapado de sus ojos
junto con los sueños
de libertad.
Había estudiado
medicina en la nacional,
tenía un novio que la
amaba hasta matar,
su pequeña Alicia de
dos años nada más
jamás le volvería a
decir mamá.
Es tan grande la
bondad en muchos
y en otros es inmensa
la maldad,
es que hay una ciudad
en sombras
que todos cruzan sin
mirar,
hay almas escondidas
que desean encontrar
la vida que se les
robó.
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